El Pelillal
Rufino Rodríguez Garza.
Una de las expresiones más espectaculares del Arte Rupestre prehistórico en el Norte de México, lo constituyen la gran concentración de petroglifos de El Pelillal en la parte centro-norte del municipio de Ramos Arizpe, Coahuila. Estos glifos han desempeñado un papel destacado en los intentos por entender el mensaje religioso de los cazadores-recolectores. Investigadores profesionales y/o independientes asocian los petroglifos de El Pelillal con lugares de cacería, desde bisontes hasta venados, es decir caza mayor. Los petroglifos, diseminados por todo el valle de El Pelillal y Chupaderos, se relacionan con la intención de aumentar, “sobrenaturalmente”, el éxito en la caza. Observar huellas y astas de venados nos lleva a la hipótesis de la “magia de caza” o “magia simpática”.
Entendemos por “magia simpática” el hecho de grabar o pintar la pieza o animal que se deseaba cazar. Ellos seguramente pensaban que si lo representaban facilmente lo cazarían, es decir habría éxito en cuanto que así era “embrujado” y atrapable en un tiempo más corto. Contar cada roca con petroglifos y cada uno en particular resulta fácil pero laborioso. El Pelillal, lugar con una concentración o densidad elevada de grabados, nos indica que desde muy atrás en el tiempo se estuvo grabando, y que a lo largo de algunos milenios se siguió grabando conforme unos grupos se trasladaban, otros llegaban o el mismo grupo estacionalmente regresaba al sitio sagrado, para ralizar ritos propiciatorios y aprovechar los frutos de la temporada y por supuesto la cacería.
La pátina nos indica que en fechas diferentes se estuvo grabando. Cuando el color del petroglifo es obscuro o se ha mimetizado, refleja una elaboración más temprana, pero cuando en el petroglifo se observan tonos más claros nos indica que fue de echura tardía o más reciente. Deducimos que el área o zona fué utilizada durante miles de años y se vió interrumpida por la llegada de los colonizadores europeos.
Los dibujos funcionaban en un contexto mágico-religioso (Grant 1968) donde representar venados se relacionaba con la caza, pero por qué no también con un culto al animal. Hemos dicho que el venado, ampliamente dibujado, era una pieza sagrada, pues sólo así nos explicamos las múltiples representaciones en rocas, tanto de sus huellas, su cornamenta o en varios casos el animal completo. Podemos asegurar que las figuras grabadas por los chamanes tenían que ver con la “magia simpática”, y con la adoración religiosa del venado.
Cazar venados era dificil, al que lograba hacerlo le significaba prestigio en el grupo tribal. Para los habitantes de los valles de El Pelillal y Chupaderos, el ciervo era un animal sacralizado, tanto que es el que más veces aparece en el arte rupestre de esta región (C.M.Valdés). Las astas de venado tantas veces dibujadas servían para apaciguar la cólera de los dioses.
Otra idea que se desprende de la observación de las astas y huellas, era que los nativos procuraban no sólo cazarlo sino también dejarlo reproducir, para seguirlo adorando y aprovecharlo en el alimento de la tribu y/o en los mitotes que periódicamente celebraban para intercambios y celebraciones o sellar acuerdos de paz entre ellos. En la cueva de la Candelaria (San Pedro, 1953) se localizó entre las ofrendas de la tumba una cornamenta de venado que se colocaba en la cabeza del chamán o danzante para dedicar el mitote a este sagrado animal. En Sonora aún persiste este culto y lo conocemos como la danza del venado. Los tarahumaras también le rinden en estas fechas algunos ritos. Podemos concluir que la gran cantidad de astas y huellas de venado era con la intensión de aumentar la caza, pero a la vez permitir la reproducción para utilizarlo en su alimento y en sus ritos propiciatorios.
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